lunes, 12 de mayo de 2014

ILUSIÓN NACIONAL

ILUSIÓN NACIONAL



En cada derrota hay una victoria

Ilusión Nacional es un documental del cineasta mexicano Olallo Rubio (México, 1977) a quien ya vimos haciendo cine documental en Gimme the power [1] película enfocada en la trayectoria de la -en su momento- muy transgresora banda de rock Molotov. Olallo Rubio conoce la historia de México y aprovecha sus documentales para dar unas lecciones que difícilmente encontraríamos en nuestras aulas porque la historia oficial no lo permitiría. En Gimme the power, tomando como pretexto la historia de la referida banda, el director recorre la historia de la patria desde la colonia -pasando por la dictadura que ejerció el Partido Revolucionario Institucional (PRI) durante más de 70 años- hasta la fallida alternancia en el poder de la derecha mexicana, ejemplificada en las dos administraciones panistas durante la primera y segunda décadas del siglo XXI.

En esta ocasión, eligiendo como hila conductor la historia de los fracasos de la selección mexicana de fútbol, el cineasta explora la idiosincrasia nacional a través de nuestro mediocre desempeño en el deporte más popular del mundo. Ilusión Nacional es un trabajo que gustoso firmaría cualquier historiador heterodoxo del balompié azteca. Cada cuatro años, los mexicanos nos ilusionamos con la participación de nuestro seleccionado en el Campeonato Mundial organizado por la Federación Internacional de Fútbol Asociación (FIFA), una entidad descomunal que a la fecha presume tener más asociados que la Organización de las Naciones Unidas (ONU). En la FIFA se aglomeran 270 millones de personas que de una u otra forman participan directamente en este deporte. 

En el filme, el director explora la rivalidad Argentina-Inglaterra así como la prodigiosa y trágica carrera del astro argentino Diego Armando Maradona. También están presentes la magia brasileña, la maravillosa historia de Pelé, la tragicómica historia de nuestro ratones verdes –con todo y que contaban con el grandísimo Antonio Carbajal y el no menos grande Salvador Reyes-, el drama de los cachirules mexicanos (justo antes del Mundial de Italia 90) y otras tantas “proezas” de nuestro sufrido balompié. El cineasta explora la perniciosa relación entre Televisa y la selección, relación que con el beneplácito del poder en turno se ha convertido en el poderoso sucedáneo de una vida que debería ser plena de crítica hacia los poderes que mantienen a la mayoría de las clases trabajadoras y desempleadas de este país sumidas en la ignorancia y la miseria.

Desde Miguel de la Madrid, pasando por Salinas de Gortari, Ernesto Zedillo Ponce de León hasta Vicente Fox y Felipe Calderón, la selección nacional de fútbol ha sido utilizada como bálsamo de nuestros terribles dolores económicos, políticos y sociales. ¿Pero qué tipo de bálsamo es éste? Uno bastante mediocre y de ínfima calidad que sólo sirve para avanzar, cada cuatro años hasta los octavos de final; ya ahí, el miserable placebo sólo alcanza para ser eliminado siempre por el representativo que termina llevándose el reconocimiento que ha México le correspondería si nuestros connacionales no se achicopalaran a la hora buena, y si no me cree, sólo haga memoria: Estados Unidos 94, eliminados en octavos de final en tiros penales por Bulgaria, quien llegaría a semifinales; Francia 98, eliminados por Alemania en octavos, a la postre 7º lugar del certamen; Corea-Japón 2002, eliminados (también en octavos) por, gulp y recontragulp, Estados Unidos quien se metió entre los 8 mejores; Alemania 2006, eliminados en octavos por Argentina, quien sería eliminada por el anfitrión en cuartos de final, y lo más reciente, Sudáfrica 2010, eliminados again y recontra again por Argentina en octavos (quien sería aplastada por Alemania en cuartos de final con todo y Leo Messi) y por las decisiones de Javier “el terco” Aguille,  quien se encaprichó en alinear a un portero veterano como Óscar Pérez y a un delantero –el “Guille” Franco (argentino naturalizado mexicano)- que parecía pared de frontón –rebotaba todas las pelotas que le llegaban- en detrimento de Oswaldo Sánchez, todavía en plenitud, Javier el “Chicharito” Hernández –en un gran momento por aquel entonces- y Andrés Guardado, quien se quedó como su apellido por las rabietas de Aguille. Pura ilusión. Una ilusión que sólo alcanza para octavos de final, y para añorar, más bien mendigar un mítico quinto partido que nunca termina por llegar.