domingo, 9 de febrero de 2014

Yo, Frankenstein



Esta reseña ha sido escrita para evitarle un coraje

I, Frankenstein[1] (Estados Unidos, 2014) cuyo título también podría ser Yo, Churrostein, es una película gringa que tuve la desgracia de ver el fin de semana pasado en una de las salas de los complejos cinematográficos que tenemos en Zamora. Mientras la sufría recordé a mi padre, que ante mi entusiasmo adolescente por los filmes estadunidenses y mi insensato desprecio por el cine mexicano –él por lo demás un experto y un defensor del viejo cine nacional- alguna vez me espetó: “Ya verás que los gringos también hacen churros”. Y no es que éste haya sido el primer churrazo venido del norte que me haya tenido que zampar, pero quizás sí sea uno de los más abominables.
Si usted es un  fan de Mary Shelley y su Frankenstein o el moderno Prometeo (1818) y espera ver una versión actualizada de esa historia, saldrá decepcionado. El célebre monstruo –protagonista de lo que se considera una de las primeras novelas de ciencia ficción- se diluye para dar paso a una historia francamente inverosímil. Resulta que durante el tiempo en que los seres humanos hemos destruido y construido el mundo que habitamos -de forma paralela- ha tenido lugar una batalla mística de proporciones escatológicas. El Demonio y sus legiones de ángeles caídos, empeñados -nomás por purititito odio- en esclavizar a los hombres para que se achicharren ad libitum en el fuego del infierno, han tenido que enfrentarse a un ejército de Gárgolas -esos monstruos de piedra que adornan las catedrales góticas- aquí vivificadas por ángeles fieles al Creador y al fundador de su Orden Guerrera: el mismísimo arcángel San Miguel.
Durante siglos, Gárgolas y Demonios combaten y la cosa anda como en un empate técnico. Nada inclina la balanza hacia alguno de los bandos hasta que –adivinó usted- aparece  Frankenstein, el primer ser no creado por Dios sino por el hombre. ¿Tiene alma Frankenstein? No lo sabremos sino hasta el final del churro, mientras tanto, lo que sí sabemos que posee es una gran sed de venganza contra los hombres y contra todo lo que se le ponga enfrente. Demonios y Gárgolas Angélicas -¿es esto posible?- luchan por sumar a sus huestes a lo que consideran será el fiel de la balanza. Y es que los gringos no respetan ni a los héroes que les dieron patria, ya ve, no hace mucho pusieron al mismísimo Lincoln a cazar vampiros.[2]
Ante semejante bodrio producto de la bazofia estadunidense quizá ya sea hora de que los noveles directores mexicanos hagan lo mismo. Morelos e Hidalgo combatiendo al Hombre Lobo, a Drácula, a la Llorona o a la Señorita Laura, quizá logren ser más convincentes e inspiradores que las versiones que de esos personajes nos dio el cine emanado de los frustrados festejos del Bicentenario de nuestra Dependencia. ¿O qué cree usted?






[2] Si no lo cree vea el avance a través de este link, https://www.youtube.com/watch?v=kRmjqIrre3I

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