lunes, 31 de marzo de 2014

El Crimen del Cácaro Gumaro

“Sunt populi sicut porcus, omnia aprobecha”

(Escudo Municipal de Ciudad Güépez)



“Menos es más” y “la sencillez es la máxima sofisticación”, son dos frases de Steve Jobs que reverberaban en mi mente después de salir de la sala de cine donde vi El Crimen del Cácaro Gumaro (México, 2014), filme que con más de medio millón de asistentes, se ha convertido ya en la séptima mejor apertura de una película mexicana de todos los tiempos. No es trivial el asunto, desde el año pasado, en las salas de cine de México se difundían sendos y originales promocionales que fueron creando una gran expectación. Todos ellos se sostenían en el talento innegable de Andrés Bustamante. A diferencia de Eugenio Derbez, quien construyó su exitosa carrera en Televisa, Bustamante derrochó su talento en la Televisión Pública Mexicana, ¿recuerda usted a Imevisión...?, ahí lo vimos acompañando a José Ramón Fernández en DeporTV y en los programas especiales que la televisora -ahora Televisión Azteca- realizaba durante las coberturas de los Mundiales de Fútbol y los Juegos Olímpicos de Verano. Bustamente, poseedor de un humor delirante y una de las mentes más creativas e inteligentes en la historia reciente de la comedia mexicana, es creador de personajes memorables como el Dr. Chun-Ga -¡Muajá!-, el Hooligan, Ponchito y Greco Morfema, a los que ahora se suma Don Cuino Meléndez de la Popocha, presidente municipal vitalicio de Ciudad Güepez y uno de los personajes principales del Crimen del Cácaro Gumaro. La pélicula, en su primera capa, plantea el conflicto que se suscita entre dos hermanos, Gumaro y Archimboldo, ante la muerte del padre y el reparto de la herencia. 

Con guión de Bustamente, Armando Vega Gil -escritor y músico de la legendaria Botellita de Jerez- y Emilio Portes -director-, el filme discurre por la historia antigua y reciente del cine mexicano, la corrupción gubernamental, nuestra compleja relación con los gringos y nuestra cultura mediática popular, desde Pedro Infante y Sara García -pasando por las “estrellas” fabricadas por la televisión hegemónica- hasta los videos virales de nuestra actualidad en You Tube. No obstante, y quizá por la escritura tripartita, en El Crimen del Cácaro Gumaro nunca termina de cuajar en su totalidad el sello y el humor del genial Ponchito. Con un reparto multiestelar, que incluye figuras de la talla de Jesús Ochoa, Jorge Rivero, María Rojo, Alfonso Zayas, Alberto Rojas “El Caballo”, Javier López “Chabelo”, Eduardo Manzano “el Polivoz”, Víctor Trujillo y Mario Zaragoza, es tanto de lo que se quiere hablar, tantos los chistes que se desean incluir y tantas las buenas puntadas que se quieren aventar, que el espectador termina por saturarse visual y auditivamente ante al avalancha de información que se le presenta a diestra y siniestra. Es una verdadera pena, la película definitiva que rescate el universo de los personajes creados por Bustamante tendrá que esperar. Mientras eso sucede, le sugiero que vaya al cine a englutir una bolsota de palomitas para disfrutar una hilarante y delirante comedia fílmica mexicana. Una que de tan inteligente, a sus creadores -y salvo su mejor opinión- se les pasó muy gacho el tueste.


viernes, 21 de marzo de 2014

12 Años de Esclavitud


Y despertó Noé de su embriaguez, y supo lo que le había hecho su hijo más joven, y dijo:  maldito sea Canaán;  siervo de siervos será a sus hermanos.
Dijo más: bendito por Yahvé mi Dios sea Sem, y sea Canaán su siervo. Engrandezca Dios a Jafet, y habite en las tiendas de Sem,  y sea Canaán su siervo.


(Génesis 9:24-27)


Durante la Polémica de Valladolid (Siglo XVI), celebrada entre el excomendero y luego incendiario fraile dominico Bartolomé de las Casas -por un lado- y Juan Ginés de Sepúlveda, teólogo y consejero del Emperador Carlos V -por el otro-, se discutió si los indios tenían alma y si por ello debían ser tratados por los cristianos como sus iguales. La condición de los negros, no se discutirá sino hasta ya muy entrado el siglo XIX, durante el Concilio Vaticano I, gracias a que el joven y brillante teólogo del obispo de Verona, Daniel Comboni, convenció a los obispos asistentes para que firmaran una petición para la evangelización del África Central. Después de diecinueve siglos de cristianismo, el catolicismo jerárquico emprendió la lucha por la igualdad espiritual de los hombres de piel negra. Ésta, por cierto, era vista como la marca de la maldición de Cam, la marca legitimadora de la esclativud: “Siervo de siervos será a sus hermanos…” Con estos prolégomenos debe verse y pensarse el filme que reseñamos ahora, mismo que cuenta parte de la historia de una nación que construyó su prosperidad bajo la rigurosa ética protestante.

12 years a slave, (Estados Unidos 2013, 134 min.), del director Steve McQueen, basada en la obra homónima de Solomon Northup, fue galardonada con el Premio Oscar a la Mejor Película 2014 y ya se exhibe en nuestra cartelera cinematográfica comercial. Además obtuvo el Oscar a la Mejor Actriz de Reparto en la afromexicana Lupita Nyong’o y el Oscar al Mejor Guión Adaptado de la mano de John Ridley. No sorprende la poderosa actuación de Michael Fassbender, es -sin duda-, uno de los mejores actores del mundo; asombra que sea ésta su primera nominación, lo que confirma que las nominaciones y premios no siempre son otorgados con justeza, no es el caso, por cierto, de 12 years a slave. Su director, Steve McQueen, es un cineasta avezado. En 2008 conmocionó al mundo cinematográfico con Hunger y en 2011 escandalizó a las buenas conciencias con Shame. En esta ocasión, optó por tratar el escabroso tema de la historia de la esclavitud en los Estados Unidos, una verdadera llaga en el corazón de la memoria colectiva estadunidense.

El filme cuenta la vida de Solomon Northup, un afroamericano libre secuestrado en 1841, para luego ser vendido como esclavo en las plantaciones de Lousiana, al sureste de la Unión Americana. Durante muchos años, el Sur de los Estados Unidos consideró legitimo esclavizar a los hombres de piel negra; tuvo que emprenderse una sangrienta guerra civil, encabezada por Abraham Lincoln, para abolir la práctica. No obstante, los resabios y las huellas del pasado nunca cicatrizan del todo y durante todo el siglo XX los hijos de los hombres de piel oscura tuvieron que salir a las calles de nuestro poderoso vecino del norte -también lo hicieron en otras partes del mundo- para luchar y hacer valer sus derechos; ahí están, para recordárnoslo, las figuras señeras de Martin Luther King, Malcom X y Nelson Mandela. Al finalizar la proyección, alguien comentó al salir de la sala: “gracias a Dios que en México no somos racistas…”, sí, pensé yo, en “Estados Unidos, los mexicanos hacemos trabajos que ni los negros quieren hacer”. No, estimado lector, no lo pensé yo.

martes, 11 de marzo de 2014

Como Agua Para Chocolate

Como Agua para Chocolate

"¿Has visto una película sobre comida y se te ha antojado probar el menú?"


El Ciclo de Cine-Cena de la Casa de la Cultura del Valle de Zamora  (CCVZ) y la Chef Andrea Arceo están haciendo realidad lo que durante muchos años sólo fue un sueño guajiro de muchos cinéfilos. El Viernes 28 de Febrero pasado, a las 7:00 de la noche, inició este sui géneris Ciclo de Cine con la proyección de Como agua para chocolate (México, 1992) de Alfonso Arau, todo ello en las instalaciones de la Casa de la Cultura ubicadas en su nuevo domicilio de la Calle Primavera en Las Fuentes. Después de la exhibición, los afortunados cinéfilos degustaron un maridaje de vino y platillo preparado por la Chef Andrea Arceo,  quien en esta primera proyección ofreció a sus cinecomensales, nada menos que unas deliciosas -y aquí cito el menú-: “Codornices al horno, sobre un espejo de salsa de pétalos de rosas, acompañadas de espárragos salteados a la mantequilla” y un delicioso vino rosado. Huelga decir que la Casa de la Cultura no está cobrando absolutamente nada por la proyección de los filmes, la cuota de recuperación que se pide a los asistentes -por lo demás bastante razonable- es para solventar los gastos derivados de la compra de los insumos que la joven Chef Arceo necesita para materializar el platillo que el espectador antes sólo veía en la pantalla imaginándose su sabor. Si usted desea asistir tiene que reservar su boleto con una semana de anticipación; las próximas proyecciones se realizarán los últimos sábados de Abril, Junio y Agosto, donde se presentarán El Festín de  Babette, Un toque de Canela y La cocinera del Presidente.  
Nominada al Globo de Oro como mejor película extranjera, salpicada de realismo mágico y basada en la novela homónima de Laura Esquivel publicada en 1989, Como Agua para Chocolate marcó un hito en la cinematografía nacional, anunciando con su llegada el fortalecimiento de lo que se conoció como el Nuevo Cine Mexicano, un movimiento cinematográfico que resucitó a un cine anegado -todavía en los años 80`s- en las escabrosas temáticas relacionadas con el mundo de las ficheras y las aventuras de Valentín Trujillo y los hermanos Almada. Al filme le antecedieron Sólo con tu pareja (1991) y otros igual o más memorables: El Callejón de los Milagros (1995), Todo el Poder (1999), Sexo, Pudor y Lágrimas (1999), Amores Perros (2000), Y tu mamá también (2001), sin olvidar la polémica El crimen del Padre Amaro (2002). Estos fueron sólo los primeros filmes que venían en la cresta de una ola que aún no acaba de pasar; el cine nacional recobró vigor y aunque hay todavía mucho por hacer, usted puede ver una película mexicana cada semana si  está al pendiente de la cartelera cinematográfica local. Según el último conteo del Instituto Mexicano de Cinematografía (Imcine) en México se hacen cada año alrededor de 60 películas. Sólo es cuestión de atreverse a entrar a la sala y reconciliarse con nuestra reanimada industria cinematográfica. Además de Eugenio Derbez, hay otros directores mexicanos cuyes filmes merecen ser exhibidos. He dicho. 






martes, 4 de marzo de 2014


Blue Jasmine


Jazmín Azul (Estados Unidos, 2013), es la última película escrita y dirigida por el cineasta estadunidense Woody Allen.  A diferencia de Medianoche en París[2] (2011) y A Roma con Amor[3] (2012), ambas deliciosas comedias, Blue Jasmine  es un drama no excento de humor negro. Con un reparto encabezado por la excelsa Cate Blanchett, Blue Jasmine discurre por tenebrosos asuntos: el clasismo, las enfermedades emocionales y la ruina económica.  Éstos se entremezclan para confeccionar un peligroso coctel que no dejará indiferente al espectador y lo atrapará de golpe en medio de las poderosas interpretaciones de un  reparto que se bate en un duelo de vigorosas caracterizaciones.  El filme emplea de forma magistral las escenas retrospectivas –flasbacks o analepsis- para contar la historia de Jasmine (Cate Blanchett), una hermosa, clasista y neurótica mujer caída en desgracia tras el fin de su matrimonio con un poderoso empresario. El tobogán de la vida y la fortuna lleva a Jasmine de la vida aristocrática de Nueva York a las modestas condiciones de sobrevivencia con las que tiene que lidiar su hermana Ginger (Sally Hawkins) en San Francisco, al otro extremo del territorio de nuestro poderoso vecino del Norte.
Fiel a su costumbre, Woody Allen, discurre por las inextricables motivaciones de la mente humana y las complejas relaciones que lo miembros de la especie entablamos con nuestros pares. Tanto Jasmine, como Ginger, son hijas adoptivas de diferentes padres biológicos.  La caída de Jasmine a los barrios clase medieros de San Francisco es sólo el telón que sirve de fondo al drama de dos seres humanos irremediablemente separados por sus pasados emocionales y sociales.  

El filme confronta también dos mundos: el de la costa Este estadunidense, “viejo”, clasista, sofisticado y excluyente en contraposición al que emana del de la costa Oeste, relativamente más joven, más “pobre” y en busca de “oportunidades” para todos los que se atrevan a conquistarlas. A ritmo de blues, Woody Allen cuenta –él mismo un músico experimentado- la confrontación entre ambos universos sociales y la miseria de la condición humana. Narra también cómo los infructuosos intentos por entendernos fracasan cuando a través de ellos lo que realmente intentamos es sacar el máximo provecho –emocional, económico o sexual- de los seres con los que compartimos el insignificante fragmento de tiempo y espacio del devenir que en suerte nos tocó intervenir.