lunes, 12 de mayo de 2014

ILUSIÓN NACIONAL

ILUSIÓN NACIONAL



En cada derrota hay una victoria

Ilusión Nacional es un documental del cineasta mexicano Olallo Rubio (México, 1977) a quien ya vimos haciendo cine documental en Gimme the power [1] película enfocada en la trayectoria de la -en su momento- muy transgresora banda de rock Molotov. Olallo Rubio conoce la historia de México y aprovecha sus documentales para dar unas lecciones que difícilmente encontraríamos en nuestras aulas porque la historia oficial no lo permitiría. En Gimme the power, tomando como pretexto la historia de la referida banda, el director recorre la historia de la patria desde la colonia -pasando por la dictadura que ejerció el Partido Revolucionario Institucional (PRI) durante más de 70 años- hasta la fallida alternancia en el poder de la derecha mexicana, ejemplificada en las dos administraciones panistas durante la primera y segunda décadas del siglo XXI.

En esta ocasión, eligiendo como hila conductor la historia de los fracasos de la selección mexicana de fútbol, el cineasta explora la idiosincrasia nacional a través de nuestro mediocre desempeño en el deporte más popular del mundo. Ilusión Nacional es un trabajo que gustoso firmaría cualquier historiador heterodoxo del balompié azteca. Cada cuatro años, los mexicanos nos ilusionamos con la participación de nuestro seleccionado en el Campeonato Mundial organizado por la Federación Internacional de Fútbol Asociación (FIFA), una entidad descomunal que a la fecha presume tener más asociados que la Organización de las Naciones Unidas (ONU). En la FIFA se aglomeran 270 millones de personas que de una u otra forman participan directamente en este deporte. 

En el filme, el director explora la rivalidad Argentina-Inglaterra así como la prodigiosa y trágica carrera del astro argentino Diego Armando Maradona. También están presentes la magia brasileña, la maravillosa historia de Pelé, la tragicómica historia de nuestro ratones verdes –con todo y que contaban con el grandísimo Antonio Carbajal y el no menos grande Salvador Reyes-, el drama de los cachirules mexicanos (justo antes del Mundial de Italia 90) y otras tantas “proezas” de nuestro sufrido balompié. El cineasta explora la perniciosa relación entre Televisa y la selección, relación que con el beneplácito del poder en turno se ha convertido en el poderoso sucedáneo de una vida que debería ser plena de crítica hacia los poderes que mantienen a la mayoría de las clases trabajadoras y desempleadas de este país sumidas en la ignorancia y la miseria.

Desde Miguel de la Madrid, pasando por Salinas de Gortari, Ernesto Zedillo Ponce de León hasta Vicente Fox y Felipe Calderón, la selección nacional de fútbol ha sido utilizada como bálsamo de nuestros terribles dolores económicos, políticos y sociales. ¿Pero qué tipo de bálsamo es éste? Uno bastante mediocre y de ínfima calidad que sólo sirve para avanzar, cada cuatro años hasta los octavos de final; ya ahí, el miserable placebo sólo alcanza para ser eliminado siempre por el representativo que termina llevándose el reconocimiento que ha México le correspondería si nuestros connacionales no se achicopalaran a la hora buena, y si no me cree, sólo haga memoria: Estados Unidos 94, eliminados en octavos de final en tiros penales por Bulgaria, quien llegaría a semifinales; Francia 98, eliminados por Alemania en octavos, a la postre 7º lugar del certamen; Corea-Japón 2002, eliminados (también en octavos) por, gulp y recontragulp, Estados Unidos quien se metió entre los 8 mejores; Alemania 2006, eliminados en octavos por Argentina, quien sería eliminada por el anfitrión en cuartos de final, y lo más reciente, Sudáfrica 2010, eliminados again y recontra again por Argentina en octavos (quien sería aplastada por Alemania en cuartos de final con todo y Leo Messi) y por las decisiones de Javier “el terco” Aguille,  quien se encaprichó en alinear a un portero veterano como Óscar Pérez y a un delantero –el “Guille” Franco (argentino naturalizado mexicano)- que parecía pared de frontón –rebotaba todas las pelotas que le llegaban- en detrimento de Oswaldo Sánchez, todavía en plenitud, Javier el “Chicharito” Hernández –en un gran momento por aquel entonces- y Andrés Guardado, quien se quedó como su apellido por las rabietas de Aguille. Pura ilusión. Una ilusión que sólo alcanza para octavos de final, y para añorar, más bien mendigar un mítico quinto partido que nunca termina por llegar. 






miércoles, 30 de abril de 2014

Dallas Buyers Club

Dallas Buyers Club




Trasvasada al español como El Club de los Desahuciados (Estados Unidos, 2013), el filme del cineasta canadiense Jean Marc Vallée fue el responsable de arrebarterles tres premios Óscar a las favoritas Gravity y The Wolf of Wall Street, en la pasada entrega de la codiciada estatuilla que reconoce lo mejor de la cinematografía gabacha según el criterio de la Academia gringa de las Artes y las Ciencias Cinematográficas. Dallas Buyers Club se alzó con los premios a Mejor Actor -Matthew McConaughey-, Mejor Actor de Reparto -Jared Leto- y Mejor Maquillaje. El filme -mismo que ya se presentó en nuestra cartelera cinematográfica comercial- discurre por el escabroso y tenebroso asunto del papel y el tutelaje del Estado en los asuntos vitales de los ciudadanos. El Estado, esa Hydra nacida del progreso, al que le hemos entregado irresponsablemente nuestra educación, seguridad y salud, administra con perversos fines nuestra cultura y nuestros cuerpos. A lo largo de su formación, ha ido conculcando nuestros inalienables e irrenunciables derechos en torno a nuestra riqueza espiritual, a nuestra integridad física y a nuestra salud. Y ahí tiene usted, uno no puede ejercer una profesión o un oficio si no le avala algún cerficado tipo pedigrí expedido por alguna egregia institución educativa, ya sea pública o privada; uno tampoco puede defender su integridad física, so pena de ser luego acusado de haber usado una fuerza excesiva ante el desamparado criminal que intentó asaltarnos, violarnos, extorsionarnos o quitarnos la vida. El Estado criminal que nos gobierna, pretende ser el único dispensador de la justicia, el único dictaminador del Bien y el Mal, y desde luego, el monopolizador absoluto del crimen y de la violencia. Ese Estado, mismo que perdió una guerra contra la delicuencia organizada, ahora muestra una inusitada impaciencia por desarticular las organizaciones ciudadanas que se constituyeron para defenderse de la ola violencia que amenazaba las formas más elementales de convivencia y dignidad humana. 

No conforme con lo anterior, ese monstruo apocalíptico creó instituciones para administrar nuestra salud y nuestra enfermedad, con lo que minó nuestra capacidad para lidiar con el dolor y curarnos por nosotros mismos. Y ahí tenemos que sin la venia de la clase cuasi sacerdotal que gusta vestir de blanco no podemos administrarnos ni un tesito porque ¿quiénes somos nosotros?, ¿simples e ignorantes mortales incapaces de comprender los arcanos de la naturaleza con la que nos dotó la divinidad? ¿Se tienen que pasar más de siete años en las aulas y otros 3 o 4 de especialidad, para poder decir esta boca es mía, tratándose de la carne y de los huesos de nuestra propia humanidad? 

No, es la respuesta que tajante da Ron Woodroof, un paciente seropositivo que se enfrenta a las regulaciones médicas estadunidenses -protectoras de los intereses económicos de los grandes laboratorios farmacéuticos- para proporcionar a los portadores del Virus de Inmunodeficiencia Humana (VIH) y a los enfermos del Síndrome de Inmuno Deficiencia Adquiridad (SIDA) tratamientos alternativos de medicinas antivirales provenientes de todo el mundo. Aunque en ocasiones las alternativas ciudadanas son mejores que las respuestas oficiales, los paquidérmicos y artríticos instrumentos del Estado, manipulados por burocracias cómplices -salvo honrosas excepciones- terminan por favorecer aquéllo que en la lógica más elemental deberían combatir, así estimado lector, tenemos que nuestras escuelas no educan, nuestras policías no protegen y nuestras instituciones médicas tampoco curan. 




lunes, 21 de abril de 2014

Los amantes del círculo polar

 “Voy a quedarme aquí todo el tiempo que haga falta,
estoy esperando la casualidad de mi vida, la más grande…
Estas noches te espero mirando al Sol.
¡Venga valiente. Salta por la ventana!”



Como casi todos los fines de semana,  vi una película en la intimidad de mi casa; casa que durante lo más álgido de la guerra contra el crimen fue cateada por el glorioso ejército mexicano. El contingente que violó la intimidad de mis sacrosantos aposentos -con armas de alto poder y toda la cosa- iba equipado además con un detector molecular ADE651 o quizás un GT200, ambos empleados -en ese ya lejano 2008- para “detectar” cargamentos de droga, armamentos y explosivos en aire, mar y tierra. Luego resultó que  dichos aditamentos eran un fraude, juguetes de plástico, una burla a la inteligencia y un riesgo para la seguridad nacional. Los detectores moleculares -se comprobó después- no detectaban nada y sólo servían para justificar cateos inconstitucionales ya que en ningún momento de su nefasta administración Felipe Calderón -entonces presidente- se atrevió a suspender las garantías individuales aunque de facto lo hizo en algunas zonas del país.(Véase Patricia Dávila, “Los detectores moleculares y la ingenuidad mexicana”) Desde ahí me acuité y le agarré muina a Los amantes del círculo polar de Julio Medem,  película que me disponía a disfrutar justo cuando los herederos de las glorias del Batallón Olimpia irrumpieron en mi recinto. (Véase avance) 

lunes, 14 de abril de 2014

NOAH



 “Viendo Yahvéh que la maldad del hombre cundía en la tierra…
le pesó… haber hecho al hombre… y dijo:
‘Voy a exterminar de sobre la haz del suelo…, desde el hombre hasta los ganados, las sierpes, y hasta las aves del cielo… porque me pesa haberlos hecho’.”
Génesis 6:5-8.  



Noah[1] (Estados Unidos, 2014) es la última creación del director Darren Aronofsky, quien en entregas  anteriores -Pi, El Orden del Caos (1998),  Réquiem por un sueño (2000) y El Cisne Negro (2010)- ha dado visos de interés por conocer los entresijos de la mente humana y su compleja relación con la divinidad. En sus filmes,  Aronofsky ha explorado algunos de los medios que el hombre ha ideado para intentar conocer ambos misterios: desde la  Cábala y el Arte hasta el uso de las drogas, todos mecanismos imperfectos para subsanar las ansias trascendentales de un linaje maldecido por la pérdida del Paraíso. Basada en la novela gráfica homónima, la película versa sobre la historia del primero de los grandes patriarcas veterotestamentarios, no obstante,  el director humaniza al personaje. Noé es el primer ambientalista del género humano y también el primer gran defensor de los animales: “sólo tomamos lo que necesitamos y lo demás lo dejamos”. Los animales son vistos como sus pares y comerlos es una de las peores aberraciones que desde su criterio puede el hombre cometer.  A diferencia de Tubal Caín -verdadero antogonista del filme (y quien ve al hombre como rey de la creación, hecho a imagen y semejanza de Dios, y por ello con el derecho de explotar para su beneficio a plantas y animales)-, Noé sólo concibe su existencia si ésta está en armonía con las demás creaturas con las que comparte la tierra.

La deidad que ordena construir el Arca no se manifiesta con la suficiente claridad, por lo menos no con la suficiente luminosidad que nosotros demandaríamos para no hacer el ridículo antes nuestros familiares, amigos y conocidos, si de golpe y porrazo abandonamos nuestras ocupaciones habituales para construir un barcote, argumentado que Dios ha ordenado salvar al género humano -sólo preservando a nuestra familia-  así como a todas las especies animales que conforman la naturaleza, mismas que alojaremos en nuestro Titanic. No, el Dios de Noé es esquivo, habla en sueños y se manifiesta entre las sombras de las brumas que parecen apoderarse de la fotografía del filme. Basada en un pasaje relativamente breve del primer libro del Pentateuco, la realización posee  un caracter sombrío de tintes preapocalípticos. No podría ser de otro modo: Dios destruirá al género humano porque su maldad no tiene límites y lo hará sólo después de buscar y no hallar gracia salvo en uno.
El filme ha causado resquemores, al grado que antes de su estreno comercial, Paramount Pictures se aseguró de mostrar diferentes cortes a diferentes audiencias -judíos, cristianos y público en general- para observar cuál de todos ellos obtenía una mejor recepción y así optar por el más viable económicamente, entiéndase: el menos controversial… A mí me gustó este Noé; los primeros 20 o 30 minutos son memorables. Hay ahí una opresión arcaica que nos retrotrae a nuestros orígenes, allá donde las fronteras entre el tiempo de los dioses y los hombres son tan borrosas que se difuminan, lo que provoca que unos y otros interactúen en tiempos y espacios que no son de suyo propios.

lunes, 31 de marzo de 2014

El Crimen del Cácaro Gumaro

“Sunt populi sicut porcus, omnia aprobecha”

(Escudo Municipal de Ciudad Güépez)



“Menos es más” y “la sencillez es la máxima sofisticación”, son dos frases de Steve Jobs que reverberaban en mi mente después de salir de la sala de cine donde vi El Crimen del Cácaro Gumaro (México, 2014), filme que con más de medio millón de asistentes, se ha convertido ya en la séptima mejor apertura de una película mexicana de todos los tiempos. No es trivial el asunto, desde el año pasado, en las salas de cine de México se difundían sendos y originales promocionales que fueron creando una gran expectación. Todos ellos se sostenían en el talento innegable de Andrés Bustamante. A diferencia de Eugenio Derbez, quien construyó su exitosa carrera en Televisa, Bustamante derrochó su talento en la Televisión Pública Mexicana, ¿recuerda usted a Imevisión...?, ahí lo vimos acompañando a José Ramón Fernández en DeporTV y en los programas especiales que la televisora -ahora Televisión Azteca- realizaba durante las coberturas de los Mundiales de Fútbol y los Juegos Olímpicos de Verano. Bustamente, poseedor de un humor delirante y una de las mentes más creativas e inteligentes en la historia reciente de la comedia mexicana, es creador de personajes memorables como el Dr. Chun-Ga -¡Muajá!-, el Hooligan, Ponchito y Greco Morfema, a los que ahora se suma Don Cuino Meléndez de la Popocha, presidente municipal vitalicio de Ciudad Güepez y uno de los personajes principales del Crimen del Cácaro Gumaro. La pélicula, en su primera capa, plantea el conflicto que se suscita entre dos hermanos, Gumaro y Archimboldo, ante la muerte del padre y el reparto de la herencia. 

Con guión de Bustamente, Armando Vega Gil -escritor y músico de la legendaria Botellita de Jerez- y Emilio Portes -director-, el filme discurre por la historia antigua y reciente del cine mexicano, la corrupción gubernamental, nuestra compleja relación con los gringos y nuestra cultura mediática popular, desde Pedro Infante y Sara García -pasando por las “estrellas” fabricadas por la televisión hegemónica- hasta los videos virales de nuestra actualidad en You Tube. No obstante, y quizá por la escritura tripartita, en El Crimen del Cácaro Gumaro nunca termina de cuajar en su totalidad el sello y el humor del genial Ponchito. Con un reparto multiestelar, que incluye figuras de la talla de Jesús Ochoa, Jorge Rivero, María Rojo, Alfonso Zayas, Alberto Rojas “El Caballo”, Javier López “Chabelo”, Eduardo Manzano “el Polivoz”, Víctor Trujillo y Mario Zaragoza, es tanto de lo que se quiere hablar, tantos los chistes que se desean incluir y tantas las buenas puntadas que se quieren aventar, que el espectador termina por saturarse visual y auditivamente ante al avalancha de información que se le presenta a diestra y siniestra. Es una verdadera pena, la película definitiva que rescate el universo de los personajes creados por Bustamante tendrá que esperar. Mientras eso sucede, le sugiero que vaya al cine a englutir una bolsota de palomitas para disfrutar una hilarante y delirante comedia fílmica mexicana. Una que de tan inteligente, a sus creadores -y salvo su mejor opinión- se les pasó muy gacho el tueste.


viernes, 21 de marzo de 2014

12 Años de Esclavitud


Y despertó Noé de su embriaguez, y supo lo que le había hecho su hijo más joven, y dijo:  maldito sea Canaán;  siervo de siervos será a sus hermanos.
Dijo más: bendito por Yahvé mi Dios sea Sem, y sea Canaán su siervo. Engrandezca Dios a Jafet, y habite en las tiendas de Sem,  y sea Canaán su siervo.


(Génesis 9:24-27)


Durante la Polémica de Valladolid (Siglo XVI), celebrada entre el excomendero y luego incendiario fraile dominico Bartolomé de las Casas -por un lado- y Juan Ginés de Sepúlveda, teólogo y consejero del Emperador Carlos V -por el otro-, se discutió si los indios tenían alma y si por ello debían ser tratados por los cristianos como sus iguales. La condición de los negros, no se discutirá sino hasta ya muy entrado el siglo XIX, durante el Concilio Vaticano I, gracias a que el joven y brillante teólogo del obispo de Verona, Daniel Comboni, convenció a los obispos asistentes para que firmaran una petición para la evangelización del África Central. Después de diecinueve siglos de cristianismo, el catolicismo jerárquico emprendió la lucha por la igualdad espiritual de los hombres de piel negra. Ésta, por cierto, era vista como la marca de la maldición de Cam, la marca legitimadora de la esclativud: “Siervo de siervos será a sus hermanos…” Con estos prolégomenos debe verse y pensarse el filme que reseñamos ahora, mismo que cuenta parte de la historia de una nación que construyó su prosperidad bajo la rigurosa ética protestante.

12 years a slave, (Estados Unidos 2013, 134 min.), del director Steve McQueen, basada en la obra homónima de Solomon Northup, fue galardonada con el Premio Oscar a la Mejor Película 2014 y ya se exhibe en nuestra cartelera cinematográfica comercial. Además obtuvo el Oscar a la Mejor Actriz de Reparto en la afromexicana Lupita Nyong’o y el Oscar al Mejor Guión Adaptado de la mano de John Ridley. No sorprende la poderosa actuación de Michael Fassbender, es -sin duda-, uno de los mejores actores del mundo; asombra que sea ésta su primera nominación, lo que confirma que las nominaciones y premios no siempre son otorgados con justeza, no es el caso, por cierto, de 12 years a slave. Su director, Steve McQueen, es un cineasta avezado. En 2008 conmocionó al mundo cinematográfico con Hunger y en 2011 escandalizó a las buenas conciencias con Shame. En esta ocasión, optó por tratar el escabroso tema de la historia de la esclavitud en los Estados Unidos, una verdadera llaga en el corazón de la memoria colectiva estadunidense.

El filme cuenta la vida de Solomon Northup, un afroamericano libre secuestrado en 1841, para luego ser vendido como esclavo en las plantaciones de Lousiana, al sureste de la Unión Americana. Durante muchos años, el Sur de los Estados Unidos consideró legitimo esclavizar a los hombres de piel negra; tuvo que emprenderse una sangrienta guerra civil, encabezada por Abraham Lincoln, para abolir la práctica. No obstante, los resabios y las huellas del pasado nunca cicatrizan del todo y durante todo el siglo XX los hijos de los hombres de piel oscura tuvieron que salir a las calles de nuestro poderoso vecino del norte -también lo hicieron en otras partes del mundo- para luchar y hacer valer sus derechos; ahí están, para recordárnoslo, las figuras señeras de Martin Luther King, Malcom X y Nelson Mandela. Al finalizar la proyección, alguien comentó al salir de la sala: “gracias a Dios que en México no somos racistas…”, sí, pensé yo, en “Estados Unidos, los mexicanos hacemos trabajos que ni los negros quieren hacer”. No, estimado lector, no lo pensé yo.

martes, 11 de marzo de 2014

Como Agua Para Chocolate

Como Agua para Chocolate

"¿Has visto una película sobre comida y se te ha antojado probar el menú?"


El Ciclo de Cine-Cena de la Casa de la Cultura del Valle de Zamora  (CCVZ) y la Chef Andrea Arceo están haciendo realidad lo que durante muchos años sólo fue un sueño guajiro de muchos cinéfilos. El Viernes 28 de Febrero pasado, a las 7:00 de la noche, inició este sui géneris Ciclo de Cine con la proyección de Como agua para chocolate (México, 1992) de Alfonso Arau, todo ello en las instalaciones de la Casa de la Cultura ubicadas en su nuevo domicilio de la Calle Primavera en Las Fuentes. Después de la exhibición, los afortunados cinéfilos degustaron un maridaje de vino y platillo preparado por la Chef Andrea Arceo,  quien en esta primera proyección ofreció a sus cinecomensales, nada menos que unas deliciosas -y aquí cito el menú-: “Codornices al horno, sobre un espejo de salsa de pétalos de rosas, acompañadas de espárragos salteados a la mantequilla” y un delicioso vino rosado. Huelga decir que la Casa de la Cultura no está cobrando absolutamente nada por la proyección de los filmes, la cuota de recuperación que se pide a los asistentes -por lo demás bastante razonable- es para solventar los gastos derivados de la compra de los insumos que la joven Chef Arceo necesita para materializar el platillo que el espectador antes sólo veía en la pantalla imaginándose su sabor. Si usted desea asistir tiene que reservar su boleto con una semana de anticipación; las próximas proyecciones se realizarán los últimos sábados de Abril, Junio y Agosto, donde se presentarán El Festín de  Babette, Un toque de Canela y La cocinera del Presidente.  
Nominada al Globo de Oro como mejor película extranjera, salpicada de realismo mágico y basada en la novela homónima de Laura Esquivel publicada en 1989, Como Agua para Chocolate marcó un hito en la cinematografía nacional, anunciando con su llegada el fortalecimiento de lo que se conoció como el Nuevo Cine Mexicano, un movimiento cinematográfico que resucitó a un cine anegado -todavía en los años 80`s- en las escabrosas temáticas relacionadas con el mundo de las ficheras y las aventuras de Valentín Trujillo y los hermanos Almada. Al filme le antecedieron Sólo con tu pareja (1991) y otros igual o más memorables: El Callejón de los Milagros (1995), Todo el Poder (1999), Sexo, Pudor y Lágrimas (1999), Amores Perros (2000), Y tu mamá también (2001), sin olvidar la polémica El crimen del Padre Amaro (2002). Estos fueron sólo los primeros filmes que venían en la cresta de una ola que aún no acaba de pasar; el cine nacional recobró vigor y aunque hay todavía mucho por hacer, usted puede ver una película mexicana cada semana si  está al pendiente de la cartelera cinematográfica local. Según el último conteo del Instituto Mexicano de Cinematografía (Imcine) en México se hacen cada año alrededor de 60 películas. Sólo es cuestión de atreverse a entrar a la sala y reconciliarse con nuestra reanimada industria cinematográfica. Además de Eugenio Derbez, hay otros directores mexicanos cuyes filmes merecen ser exhibidos. He dicho. 






martes, 4 de marzo de 2014


Blue Jasmine


Jazmín Azul (Estados Unidos, 2013), es la última película escrita y dirigida por el cineasta estadunidense Woody Allen.  A diferencia de Medianoche en París[2] (2011) y A Roma con Amor[3] (2012), ambas deliciosas comedias, Blue Jasmine  es un drama no excento de humor negro. Con un reparto encabezado por la excelsa Cate Blanchett, Blue Jasmine discurre por tenebrosos asuntos: el clasismo, las enfermedades emocionales y la ruina económica.  Éstos se entremezclan para confeccionar un peligroso coctel que no dejará indiferente al espectador y lo atrapará de golpe en medio de las poderosas interpretaciones de un  reparto que se bate en un duelo de vigorosas caracterizaciones.  El filme emplea de forma magistral las escenas retrospectivas –flasbacks o analepsis- para contar la historia de Jasmine (Cate Blanchett), una hermosa, clasista y neurótica mujer caída en desgracia tras el fin de su matrimonio con un poderoso empresario. El tobogán de la vida y la fortuna lleva a Jasmine de la vida aristocrática de Nueva York a las modestas condiciones de sobrevivencia con las que tiene que lidiar su hermana Ginger (Sally Hawkins) en San Francisco, al otro extremo del territorio de nuestro poderoso vecino del Norte.
Fiel a su costumbre, Woody Allen, discurre por las inextricables motivaciones de la mente humana y las complejas relaciones que lo miembros de la especie entablamos con nuestros pares. Tanto Jasmine, como Ginger, son hijas adoptivas de diferentes padres biológicos.  La caída de Jasmine a los barrios clase medieros de San Francisco es sólo el telón que sirve de fondo al drama de dos seres humanos irremediablemente separados por sus pasados emocionales y sociales.  

El filme confronta también dos mundos: el de la costa Este estadunidense, “viejo”, clasista, sofisticado y excluyente en contraposición al que emana del de la costa Oeste, relativamente más joven, más “pobre” y en busca de “oportunidades” para todos los que se atrevan a conquistarlas. A ritmo de blues, Woody Allen cuenta –él mismo un músico experimentado- la confrontación entre ambos universos sociales y la miseria de la condición humana. Narra también cómo los infructuosos intentos por entendernos fracasan cuando a través de ellos lo que realmente intentamos es sacar el máximo provecho –emocional, económico o sexual- de los seres con los que compartimos el insignificante fragmento de tiempo y espacio del devenir que en suerte nos tocó intervenir.




lunes, 24 de febrero de 2014


EL TOPO


Alejandro Jodorowsky (Tocopilla, Chile, 1929) filmó El Topo en 1970. En él participaron su hijo Brontis –hoy actor y director teatral- y su hijo Adán, músico conocido en el medio como Adanowsky.  En octubre pasado, durante el Festival Internacional de Cine de Morelia 2013, Brontis contestó las preguntas que le hizo el público en torno a El Topo y develó algunas de sus claves.
-¿Cómo fue la experiencia de filmar esta película?
Cuando eres niño no tienes dualidad ni separación contigo mismo, es tu normalidad. Para mí era hacer una película de Cowboys. Cómo se hacen los balazos, cómo se hacen los trucos. En la filmación descubrí cómo se hacía el cine. Eso cambió mi manera de ver cualquier película. A los seis años y medio era un actor muy dedicado. Me lo tomé muy en serio.  Lo que aprendí es que cuando estás actuando tienes que estar en un estado de credibilidad total y no sólo saber lo que tienes qué hacer. Esas son las cosas que recuerdo. Cómo disparé la pistola. Te diviertes y descubres todo. Más tarde, cuando estás en la vida del arte tienes que comprender la técnica y estar muy bien preparado para captar la espontaneidad.
-¿De dónde sacaron a los actores?
Qué sorprendente, ¿no?, hay enanos, gente deforme, mutilados, pero esa es nuestra realidad. Alejandro Jodorowsky abrió los ojos y miró. En el cine de México y Latinoamérica no se muestra eso, no  existe, pero Alejandro los puso a cuadro. El artista no inventa algo. Ve algo que tú no ves para ampliar tu visión del mundo. El arte es algo que nos abre los ojos aunque se defina de diferente manera para cada cual.
-La vi hace 40 años, pensé que ya estaba caduca, pero estoy espantado, me espanta y habría que reflexionar sobre eso.
Eres el mismo individuo pero no eres el mismo hombre. Has cambiado. Has vivido. Tu manera de sentir y de ver ha evolucionado hacia el espanto, lo que yo comprendo muy bien.  Comprendo tu espanto.
-¿Crees en la psicomagia y por qué?

Sí, porque la he experimentado y he visto que ha sido eficaz para mí. He constatado su efecto en mi vida. A la gente le ha sido útil, no ha toda, pero eso forma parte de la complejidad del ser humano. Cada uno busca las maneras de curarse para estar bien consigo mismo. Yo la he empleado para mí. También con una de mis hijas. Aquí tengo a mi hermano Adán. Él sabe, hemos vivido en eso.
-¿Qué tanto te influyó El Topo?
Fue un modelo para mi búsqueda artística pero ya que fui adulto. Yo nunca me sentí traumatizado por lo que pasa con mi personaje en El Topo. Una obra de arte es como un sueño. Todo lo que sueñas eres tú. Si ves la película con atención descubrirás que el niño de El Topo es Alejandro y el Topo es Jaime, su padre. El Topo es una historia y una película de fracaso. El Topo quiere evolucionar pero fracasa. No te preocupes tanto en qué me influenció a mí sino en qué te puede influenciar a ti.
-¿Hubo un momento en que no te gustó El Topo? ¿Llegará un momento  en que tengas la visión definitiva de ella o de cualquier obra de arte?
Mira, cuando la tenga te cuento. Pero hay que darle vuelta a la página, no me voy a pasar la vida releyendo la película de mi papá.
-¿Cómo ves la imagen de tu padre? ¿Es un escalón o una sombra?
A mí me pasa algo genial, muchos años fui el hijo de, ahora –oh maravilla- soy el hermano de y más maravilla aún, mi hija es actriz y ahora ya soy el papá de. Mi padre nunca ha sido un escalón para mí. Colaboré con él hasta los 45 años, después de 20 años de carrera. Colaboramos de artista a artista. ¿Debe ser muy duro eso, no? Tener un papá conocido, creativo, a los 85 años haciendo cine, con la sala llena para ver una retrospectiva, un artista con espiritualidad, activo sexualmente… duro hubiera sido tener un papá que no tuviera imaginación, que no se preocupara por la educación de un ser, que no tuviera vida espiritual,  que no  supiera nada de arte, que dice “no me molestes” cuando están pasando el Cruz Azul-América, ¿no?  A cada cual su Karma.
-¿Por qué en El Topo siempre estás desnudo y  hasta el final ya estás vestido de fraile?
Yo hice toda mi participación desnudo, pero al final no soy yo, es otro actor. En aquélla época ya era exhibicionista. Soy el actor exhibicionista, pero nada más en el cine. En la vida real me sé controlar. Esa pregunta es para Alejandro… yo puedo interpretar, es la inocencia, es la pureza, es el estado primero, es la belleza de un cuerpo.  Yo lo interpreto así. 

martes, 18 de febrero de 2014

LA GRAN AVENTURA LEGO

The Lego Movie[1] (Estados Unidos, 2014) no gustó a la clase conservadora estadunidense.[2] La película les pareció anticapitalista. Para ellos, el filme busca adoctrinar a los niños sobre el empoderamiento de la clase trabajadora, misma que ahí aparece explotada por el Sr. Negocios en una sociedad automatizada y condicionada por las leyes del mercado, el consumismo y la explotación. Para este sector de la sociedad estadunidense, la izquierda se habría apoderado de Hollywood desde hace mucho tiempo. Pero, ¿de qué trata la película y qué diablos es un lego? 
Una pieza de lego es un bloque de plástico interconectable. La empresa que los distribuye  nació en  Dinamarca en 1934 y hasta 1949 sólo producía juguetes de madera. El nombre de la empresa -Lego- provendría del danés “led godt”, que significaría “juega bien”.  Los orígenes de Lego serían bastante humildes, un carpintero pobre de Billund, Dinamarca, Olek Kirk Chriastensen, los habría ideado en su modesto taller. Al día de hoy, Lego es una de las compañías de juguetes más respetadas del mundo. Una de las particularidades de la empresa es la brindar a sus clientes la posibilidad de contruir mundos o universos paralelos basados en su arquitectura, así las cosas, tenemos desde universos Medios de Transporte y Edad Media, hasta universos Stars Wars y Harry Potter. Estos mundos están habitados por figuras en miniatura, “minifig”, “personitas lego con brazos y piernas articuladas y una amable sonrisa”. [4
Un “minifig”, de nombre Emmet, es el protagonista del filme. Emmet es un obrero común, sin habilidades creativas, sólo sabe seguir instrucciones. Es un buen obrero porque sabe hacer sólo la parte que le corresponde dentro de la gran cadena de pequeñas y diversas acciones que conforman el proceso de producción. En un mundo donde la creatividad, la diferencia y pensar por cuenta propia es el peor de los crímenes -la semejanza con Neo, el héroe de la trilogía Matrix es evidente- la resistencia está encabezada por un puñado de Maestros Constructores -una especie de “minifigs” en peligro de extinción- que aún logran materializar sus propias ideas sin rendirle pleitesía al Señor Negocios. Éste pretende -con un malévolo plan- acabar definitivamente con el cambio y la creatividad en el mundo. Ver la película en una sala atestada de niños es un ejercicio estimulante. Los pequeños ríen por cosas que uno no comprende. Su aguzada inteligencia termina por mostrarnos belleza y humor increíble donde nosotros no atisbamos nada. En su aventura, el obrero Emmet está acompañado por  Batman -en su versión más deliciosamente ególatra- así como por la bella Estilo Libre, el viejo místico Vitruvius y los conocidos superhéroes Linterna Verde, La Mujer Maravilla, Superman y un sin fin de personajes que ya forman parte -querámoslo o no - de la cultura popular occidental. El súper equipo es necesario porque enfrente tendrán a un súper villano esquizofrénico: Polícia Bueno-Polícía Malo. Warner Brothers, la gran productora estadunidense -misma que no tiene nada de anticapitalista -se ha anotado un éxito rotundo que le traerá aún más envidias. Quizá dentro de poco sea tildada de socialista y los juguetes Lego sean proscritos por... comunistas.

domingo, 9 de febrero de 2014

Yo, Frankenstein



Esta reseña ha sido escrita para evitarle un coraje

I, Frankenstein[1] (Estados Unidos, 2014) cuyo título también podría ser Yo, Churrostein, es una película gringa que tuve la desgracia de ver el fin de semana pasado en una de las salas de los complejos cinematográficos que tenemos en Zamora. Mientras la sufría recordé a mi padre, que ante mi entusiasmo adolescente por los filmes estadunidenses y mi insensato desprecio por el cine mexicano –él por lo demás un experto y un defensor del viejo cine nacional- alguna vez me espetó: “Ya verás que los gringos también hacen churros”. Y no es que éste haya sido el primer churrazo venido del norte que me haya tenido que zampar, pero quizás sí sea uno de los más abominables.
Si usted es un  fan de Mary Shelley y su Frankenstein o el moderno Prometeo (1818) y espera ver una versión actualizada de esa historia, saldrá decepcionado. El célebre monstruo –protagonista de lo que se considera una de las primeras novelas de ciencia ficción- se diluye para dar paso a una historia francamente inverosímil. Resulta que durante el tiempo en que los seres humanos hemos destruido y construido el mundo que habitamos -de forma paralela- ha tenido lugar una batalla mística de proporciones escatológicas. El Demonio y sus legiones de ángeles caídos, empeñados -nomás por purititito odio- en esclavizar a los hombres para que se achicharren ad libitum en el fuego del infierno, han tenido que enfrentarse a un ejército de Gárgolas -esos monstruos de piedra que adornan las catedrales góticas- aquí vivificadas por ángeles fieles al Creador y al fundador de su Orden Guerrera: el mismísimo arcángel San Miguel.
Durante siglos, Gárgolas y Demonios combaten y la cosa anda como en un empate técnico. Nada inclina la balanza hacia alguno de los bandos hasta que –adivinó usted- aparece  Frankenstein, el primer ser no creado por Dios sino por el hombre. ¿Tiene alma Frankenstein? No lo sabremos sino hasta el final del churro, mientras tanto, lo que sí sabemos que posee es una gran sed de venganza contra los hombres y contra todo lo que se le ponga enfrente. Demonios y Gárgolas Angélicas -¿es esto posible?- luchan por sumar a sus huestes a lo que consideran será el fiel de la balanza. Y es que los gringos no respetan ni a los héroes que les dieron patria, ya ve, no hace mucho pusieron al mismísimo Lincoln a cazar vampiros.[2]
Ante semejante bodrio producto de la bazofia estadunidense quizá ya sea hora de que los noveles directores mexicanos hagan lo mismo. Morelos e Hidalgo combatiendo al Hombre Lobo, a Drácula, a la Llorona o a la Señorita Laura, quizá logren ser más convincentes e inspiradores que las versiones que de esos personajes nos dio el cine emanado de los frustrados festejos del Bicentenario de nuestra Dependencia. ¿O qué cree usted?






[2] Si no lo cree vea el avance a través de este link, https://www.youtube.com/watch?v=kRmjqIrre3I